martes, 26 de julio de 2011

¿El final del mundo en el 2012?

Cada generación  especula sobre el fin del mundo en diferentes épocas.  Hace doce años (aproximadamente) con el cambio de milenio   se dio por hecho un terrible caos tecnológico, que amenazaría la vida humana sobre la tierra (el famoso Y2K).  Esto jamás ocurrió, fuera de aislados registros certificando la edad de algunos niños en  poco más de cien años.  En aquel entonces se habló mucho de Nostradamus, y otras profecías apocalípticas.  Hoy se habla igual o más, sobre la profecía Maya del fin del mundo en el 2,012.  Este nuevo "Apocalipsis" habría de tener mucho menos importancia, dado el rotundo fracaso del Y2K.  Sin embargo, el tsunami de Indonesia en 2004 (doscientos mil muertos)  los  recientes terremotos de Haití, Chile y Japón, la inestabilidad del clima, sismología y vulcanología, la crisis económica y política mundial, dan cierta credibilidad a dicha teoría.

Cualquiera diría que esto de “esperar el fin del mundo” de manera  tan obsesiva en la vida social, política, histórica y sobretodo religiosa, es otra psicosis del mundo moderno, pero el antecedente histórico dice otra cosa.  En la tierra se han descubierto restos de especies que fueron extinguidas por diversas razones, algunas conocidas y otras desconocidas.  Cito la extinción de los dinosaurios y la del neandertal.  De hecho, el ser humano guarda en sus registros religiosos-históricos, cruda reminiscencia de la terrible inundación que amenazó  nuestra especie en sus inicios (El diluvio bíblico). Sin embargo, aun conociendo el siempre latente riesgo de extinción,  el hombre (en lugar de oponérsele) contribuye de buena  gana a dicha posibilidad: Contaminando, deforestando, asesinando directa o indirectamente a los de su especie.

Ahora bien, veamos algunas de las teorías de final de mundo más populares,  para el 2,012.  Un meteorito gigante, un cometa, el planeta X, Nibiru, Hercolubus, Planeta Rojo o como se le quiera llamar, en colisión  con la tierra.  Esto, más que un vaticinio, parece la antiquísima reminiscencia de cuando los dinosaurios se extinguieron.  Al respecto se manejan dos teorías: Va a ser súbito y no se sabe cuándo, o ya lo saben y nos lo están ocultando (para evitar el pánico).  En cualquier caso, fuera por ocultar el hecho, o por desconocerlo, si el momento de impacto es Diciembre 2012, nuestra actualidad sería mucho más catastrófica.  Habría erupciones volcánicas en cadena, la tierra convulsionaría terrible y constantemente, el mar se tragaría continentes enteros.  Es decir, la humanidad moriría antes de topar visualmente al objeto invasor.

El rayo sincronizador del centro de la galaxia, me parece más acorde con los eventos que estamos viviendo  (aunque su  nombre suene tanto a ciencia ficción).  El supuesto de que este rayo llegue  (o esté llegando) a nuestro sol, e inflame paulatinamente el núcleo del planeta, generando por rebote cierta expansión de la corteza terrestre (sismos), variaciones en el clima y la corriente ígnea  (erupciones volcánicas), es algo que me parece muy acorde a lo actual. Claro, descartando la parte metafísica del cambio de conciencia, la elevación espiritual etc.


Por otra parte, de ocurrir lo que algunos proyectan para el 2013 como una súper llamarada solar, chamuscaría al instante la mitad del planeta, dejando a la otra mitad en una terrible agonía.  Entiendo que no hay base científica para creer que esto ocurra de semejante forma.  Aunque los entendidos esperan que para esa fecha, el sol manifieste su máxima actividad, con única afectación en las telecomunicaciones.  El conocimiento que tenemos del sol, es de hecho tan reciente, que no da pie para establecer o proyectar algún tipo de conducta  tan fatalista.  Con relación al él, cualquier cosa pudiera pasar y en cualquier momento.


Definitivamente que lo de la “tercera guerra mundial” es perfectamente factible, si observamos cómo la violencia ha recrudecido en sabores de guerra, terrorismo, narcotráfico o  delincuencia común.  El miedo a la auto-extinción es algo que siempre ha acompañado al mundo moderno, pero actualmente parece tener mayor vigencia.  De hecho, es curioso cómo el planeta nos desconcierta con sus cambios “bruscos”, y nosotros insistimos en matarnos los unos a los otros, en preámbulo a cualquier desgracia (como si el miedo, o el nervio, nos volviera estúpidamente más peligrosos o suicidas).   ¿Será que acaso que intuimos algún tipo de desgracia, y como el resto animal, hemos entrado en peligrosa estampida?...

La teoría por la cual me inclino más, es la de “Reconfiguración Planetaria” (como la he llamado).  Un proceso perfectamente natural dentro de la evolución terrestre, que, definitivamente habrá de tener sus repercusiones sobre nuestra especie.  Esto se entiende mejor, aceptando al planeta como a un ser vivo, y analizando sus cambios en la debida proporción cronológica.  Es decir, lo que para nuestra especie son ocho meses, podrían fácilmente ser cuatro horas y media en la vida del planeta (considerando que la tierra tiene 5,100 millones de años y el hombre sólo cuatro; utilizando al australopitecos como referencia).  Viéndolo de este modo,  analizando los tsunamis, erupciones volcánicas, cambios de clima y terremotos que han venido ocurriendo, entenderíamos que el planeta pareciera estar “en medio de algo” (reitero, analizándolo con luces medias, no al tiempo nuestro sino al del planeta, aplicando la proporción antes referida).  El asunto aquí, es saber si seremos considerados por el Creador y la creación, cuando llegue el momento.  Tal vez, de haber sido buenos inquilinos no tuviéramos tanto miedo ahora.    Es más, es probable que nosotros mismos hayamos afectado al planeta, volviéndonos copartícipes de lo que está ocurriendo.  Aún así, sea cual fuere el caso, es definitivo que tampoco estamos haciendo gran cosa para ayudarle, sino todo lo contrario.

De igual forma a como los individuos no podemos predecir el día de nuestra muerte, es muy difícil  adivinar  si el mundo acabará, o empezará a acabarse en el 2012.  En lo personal me inclino a creer que debemos apoyar a la tierra durante su transición (cualquiera que sea), e intentar sobrevivir al proceso, de la manera más defensiva y menos ofensiva posible para con nosotros mismos y para con el planeta.

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